Una mujer en la calle contemplando un local
Historias
Lucas Varen  

La última pregunta

La noche estaba tranquila y gris. Desde el piso 14, Nerea miraba la ciudad sin mucho interés. Veía coches moviéndose lentamente, gente, ruido lejano… lo mismo de siempre. Pero esa noche sentía algo extraño, como si estuviera desconectada de todo, incluso de sí misma.

Llevaba semanas sintiendo que vivía en automático. Iba al trabajo, volvía a casa, veía algún vídeo, cenaba cualquier cosa y se dormía sin recordar nada especial del día. Le costaba incluso reconocer qué quería hacer con su vida. Sentía que se estaba perdiendo a sí misma poco a poco.

Sin pensarlo demasiado, se puso el abrigo y salió a la calle.

El aire nocturno estaba frío y olía a humedad. Nerea caminó sin rumbo por varias calles. No sabía si buscaba algo o simplemente necesitaba dejar de estar encerrada. Después de un rato, se encontró frente a un local que nunca había visto: un pequeño sitio con un cartel que decía “La última pregunta”.

Parecía cerrado, pero la puerta cedió cuando la empujó.

Dentro había un ambiente cálido. El lugar no parecía un bar, ni una tienda. Solo había una barra pequeña, unas pocas lámparas suaves y un hombre joven detrás de la barra. Nada más.

—Buenas noches —dijo él, como si la estuviera esperando—. Aquí no vendemos bebidas. La gente viene a hablar.

Nerea frunció el ceño.

—¿Hablar de qué?

—De lo que les preocupa. De lo que no se atreven a decir en ningún otro sitio.

Ella se sentó, un poco incómoda pero curiosa.

—Supongo que… no sé quién soy ahora mismo —admitió—. Siento que hago cosas por inercia. No sé qué versión de mí está decidiendo nada últimamente.

El hombre asintió, como si escuchara eso todos los días.

—Entonces —dijo— necesitas una buena pregunta.

Sacó una pequeña caja de madera. Dentro había un papel doblado. Se lo entregó.

Nerea lo abrió.

Había una frase simple:

“Si mañana pudieras elegir quién eres, sin importar tu pasado, ¿qué elegirías?”

Ella se quedó quieta, mirando esas palabras. Era una pregunta incómoda. Era directa. Y no tenía una respuesta clara.

—No tienes que contestarla hoy —dijo el hombre—. Llévala contigo. Te ayudará más de lo que piensas.

Ella guardó el papel en el bolsillo.

—¿Y si no me gusta lo que descubro? —preguntó.

—Entonces habrás sido sincera —respondió él—. Y desde ahí puedes empezar de nuevo.

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